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El día después del yeso

Publicado: 2009-12-18

Yo nunca había tenido yeso. Es más, nunca en mi vida me rompí un solo hueso. Siempre fui una chibola de ésas que arriesgan poco. Tenía mucho cariño por mi integridad personal, no como mis demás compañeros y amigos que siempre andaban tirándose al suelo por cualquier estupidez. Yo tenía bien claro que si hacía tal o cuál me iba a romper algo. Si llegaba a herirme de alguna forma era porque ya no dependía de mi, como la vez en que me empujaron y me golpeé la cabeza contra el piso de la terraza de mi casa.

A veces me daban ganas de lanzarme nomás, pero que se yo, será que cómo mis papás me sobreprotegían tanto, realmente había creado una consciencia real de que esos metros de distancia contra el suelo realmente iban a doler. O simplemente era muy marica...

La cosa es que me pasé 23 años sin yeso. Hasta el fatídico domingo en que se me ocurre treparme al techo a poner la luces de navidad. Será que quería ir en contra de ese decaimiento usual que tengo en estas fechas, ponerle espíritu navideño a la casa, o será que como ya lo había estado haciendo el sábado no había problema, agarré la escalera y comencé a ayudar a mi papá a colgar luces del techo.

La cosa es que no me fijé que la empleada hizo su chamba -por primera vez en dos años- y REALMENTE había encerado el piso donde apoyé la escalera. Así que, mientras estaba poniendo las luces, feliz de la vida, sintiéndome útil, la maldita escalera se resbala, conmigo arriba, a dos metros de distancia del suelo, que, no te parecerá mucho, pero haber caéte pues desde esa altura encima de una escalera de metal...

Y bueno, me caí tan rápido que no tuve tiempo de reaccionar, de agarrarme del techo, o lo que sea... sentí la escalera resbalar y un segundo después estaba tirada en el piso, sangrando por la nariz, con la mano destrozada y moretones en todos lados.

Fuimos corriendo a la clínica y claro, mis papás se gritaban el uno al otro en todo el camino, como si no fuera suficiente que me salía sangre por la nariz y la mano me temblara del dolor. Finalmente llegamos a emergencias y, contrario a lo que yo había pensado, nadie vino a trarme una silla de ruedas, ni a llevarme a una camilla, nada de nada. Es más, entré caminando, muerta de dolor, sosteniendo mi mano que tenía una bola de dos centímetros de diámetro en mi muñeca, con una cara de agonía impresionante, y a las cojudas que estaban en el counter les importaba un CARAJO.

De frente me preguntaron si tenía seguro y mis datos. ¡¿Como mierda te explico que me estoy muriendo de dolor, maldita gorda estúpida?! Me llevaron a una camilla, me dieron hielo y me hicieron esperar media hora para que viniera un médico y me apretara la bola que tenía en la muñeca. ¿Para diagnosticarme tengo agonizar primero? No sabía...

No nos dijeron nada y pasé media hora más esperando a que me tomaran rayos X. Mis papás se puteaban el uno al otro, igualito como cuando yo era chica y por alguna razón me enfermaba de algo. Claro que pude haberlos dejado que se echaran la culpa el uno al otro, que hubiera sido cómodo para mi, pero los callé y les dije que era mi culpa, obviamente, que es el colmo que comiencen a putearse el uno al otro cuando ya tengo 23 años y hasta pago las cuentas de la casa, y soy dueña de mis actos, aunque me duela aceptarlo justo ahora.

Así que en vez de putearse el uno al otro, me comenzaron a putear a mi. Fue un momento que nunca voy a olvidar. Crema antinflamatoria: cuarenta soles. Rayos X: ciento veinte soles. Que tus padres te puteen en la sala de emergencias de la clínica mientras te estás muriendo de dolor: No tiene precio.

Luego de que la emoción pasó, sólo quedaron las cuentas pendientes y recordar que tenemos que afiliarnos a un seguro médico.

(...)

Felizmente no me rompí nada. Mientras me sacaban los rayos X me proyectaba hacia el futuro, imaginándome en la playa con mi chela en la mano y el yeso en el otro. Pero el médico que vio mis placas y me puso las vendas me dijo que en una semana iba a estar mejor, que solo me había golpeado fuerte. Pero cuando fui a consulta me puso una venda y me advirtió sobre hacer movimientos bruscos. Me preguntó en que trabajaba y tartamudeé como quince minutos tratando de explicarle que ahora no chambeo pero que igual es como si chambeara, porque estoy haciendo la tesis y... y... El tipo me quedó mirando y me dió la receta: pastillas para el dolor y descanso.

Y que puedo decir, ha sido una semana bastante aburrida.


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I'm a Bitch

alpinchista por vocación